El Circo de Teresa Rabal, un espectáculo SIN animales, llega a Gijón.

lunes, 5 de julio de 2010

Una hora antes de que comience el espectáculo un hombre corpulento hace estiramientos con un palo de escoba. Es António, un acróbata de anillas portugués que lleva toda su vida trabajando en circos. «Me tengo que cuidar mucho: calentar bien, comer dieta sana y nada de fumar», explica. Mientras tanto, un «cocinero loco» ensaya su número de hacer girar platos sobre finos pinchos metálicos.

Sendy y Samantha también han nacido por y para en el circo. No en vano provienen de una familia circense y nacieron en mitad de una gira. Estas bellas gemelas, de 15 años de edad, se desenvuelven en las alturas colgando de unas telas. «Este circo es diferente por las canciones de Teresa y la ausencia de animales», proclama Sendy.

Precisamente la falta de números con leones, tigres o elefantes es una de las mayores peculiaridades del espectáculo. «Me gusta la libertad y no me gusta privar de ella a los animales», explica Teresa. Su ausencia se soluciona con unos peluches gigantes que bailan y cantan con los niños al ritmo de la música.

Otra singularidad es la gran mezcla de generaciones que asisten al espectáculo. Abundan padres jóvenes que crecieron con las canciones de Teresa Rabal y que acuden con sus hijos. Ismael tiene 7 años y él lo tiene claro: «Vengo a ver trucos de magia, payasos y malabaristas». Saltando trata de explotar las pompas gigantes junto con Mario, dos años menor. Para este último la experiencia es diferente ya que nunca ha visto un circo. Pedro y Araceli, padres de Mario, no dudan que van a «recordar una o dos canciones». «Pero la tradición de ir al circo se ha perdido un poco», lamenta Araceli. En la cola también se ve a algún abuelo que, con nietos o sin ellos, quiere disfrutar del circo de Teresa Rabal.

Las melodías que popularizó la cantante continúan siendo un éxito. «Suenan incluso en discotecas del extranjero», asegura el productor Eduardo Rodrigo. Ella no se cansa de interpretarlas, aunque reconoce que le gustaría grabar un nuevo disco, otra vez dedicado a la infancia. «Los niños son un público excelente y la clave es quererlos de verdad», proclama la actriz.

La función empieza y un niño llamado Jastin se encuentra una chaqueta de domador y una nariz de payaso. Comienza entonces su sueño de fantasía. Un sueño hilado con canciones infantiles que marcaron época y plagado de espectáculos que hacen las delicias de pequeños y mayores. Es Teresa Rabal en su versión más circense.