La perrera de Gijón envía animales al extranjero para aliviar su colapso

lunes, 9 de agosto de 2010

Nancy' y 'Martine' se van a Holanda. Son dos cachorros hembras mestizas que han crecido en la perrera municipal de Poago. Llegaron hace dos meses y gracias a un convenio que la Asociación Amigos del Perro, gestores de la perrera, tiene con la asociación holandesa SOS Strays, hoy viajan en avión a Almere, la ciudad en la que viven sus nuevas familias. Esta es la fórmula que están utilizando cada vez más los administradores del recinto de Poago y del albergue de Serín para aliviar la saturación en la que se encuentran las instalaciones.
'Alondra' es la madre de las dos pequeñas que han sido adoptadas por familias holandesas. Unos vecinos la encontraron junto a sus siete cachorros en una zona rural de Gijón. Seis hembras y un macho. Todos iguales, menos una de las hermanas, de menor tamaño «que parece de otro padre», comentan las voluntarias del centro. El macho fue el primero en abandonar las abarrotadas instalaciones municipales. Su destino, Oviedo. Más exótico es el rumbo de las hermanas. Una marrón y otra negra, ambas con manchas blancas. El viaje a su nuevo hogar lo harán acompañadas por dos voluntarias holandesas que las últimas semanas han estado ayudando al veterinario de las perreras municipales.

Gracias a este convenio, que se aplica desde hace dos años y medio, ya son más de 130 perros los que han cambiado los praos asturianos por los canales holandeses. «Un país en el que tratan a los animales como un miembro más de la familia», explica Alejandra Mier, coordinadora de la Asociación Amigos del Perro. «Los holandeses usan los mismos criterios para tener un hijo como para adoptar un perro. La familia se reúne y estudia muy bien qué costes ocasionará tenerlo. Se informan sobre las características del animal; del precio de la comida; el veterinario y todos sus cuidados», apunta Mier. Incluso los que van a adoptar o adquirir un perro por primera vez asisten «a cursillos para aprender a tratarlos», explica.

Pero no son los únicos, en Suiza para tener un animal de compañía se requiere tener un «carné que verifique que la persona está capacitada para hacerse cargo de un perro, como si fuera el permiso de conducir. Si no lo tienen, no pueden comprarlos o adoptarlos».

El respeto y cuidados que reciben los canes en este país es tal que incluso hay una asociación que tiene como objetivo «rescatar perros españoles». Bajo este lema trabaja la asociación Tierstation Esperanza. «Ellos tienen una gran demanda de adopciones, y nosotros excedente de animales. Es una necesidad mutua», apunta la coordinadora.

Por eso, desde hace unos meses ambas asociaciones están negociando un acuerdo de colaboración y fruto de estas conversaciones mañana partirán hacia tierras helvéticas cinco perros. «Si les convencen, será el paso definitivo para establecer un convenio formal que permita futuras adopciones», explica Mier, que tiene en su casa a los perros a falta de voluntarios de acogida, algo que es necesario para hacer el trámite más fácil. «Hay que comprobar cómo se comportan en los hogares, con niños, con otras especies para garantizar que posteriormente no causen problemas en sus destinos».

Estas colaboraciones que mantiene la Asociación Amigos del Perro con países europeos son importantes para rebajar el número de canes que saturan las perreras de Poago y Serín. En agosto de 2007, la situación era crítica, con 209 animales en estas dos instalaciones. Hoy, tres años después, hay casi cien más, 298. En el primer semestre se han contabilizado 220 abandonos y 198 han sido adoptados. Estas cifras han ido en aumento según se ha acercado el verano. Desde que empezó 67 canes han ido a parar a las perreras municipales de Gijón, algo más de 10 perros a la semana.

Esta situación ha obligado a la perrera a tener que rechazar la entrada de animales. «No es por fastidiar, pero no queremos que los perros vivan en unas condiciones peores de las que están. Esto se parece a Villabona». Las instalaciones de Poago cuentan con 14 jaulas y una media de tres perros en cada una. «Uno grande no puede ni estirar la pata».

A pesar de que el número de abandonos aumenta año tras año los motivos han cambiado. Antes los dejaban «tirados en una gasolinera porque se querían ir de viaje». Ahora hay más conciencia y a menudo los llevan directamente a las instalaciones. Incluso, «nos avisan con meses de antelación. Por ejemplo, los inmigrantes que han tenido que regresar a sus países por la crisis dejan al animal aquí. Llevarlos consigo les supone un gasto excesivo, unos 600 euros».

También se ha notado una mejora en el buen estado de la llegada del animal. «Suelen llegar limpios y vacunados, aunque siempre aparece alguno hecho polvo y te quedas asustada». Nada más recibir un can se le realiza una revisión. «Además, miramos si tiene chip y en el caso de que lo lleve nos ponemos en contacto con sus dueños». Pero lo habitual es que no estén registrados, aunque en España es obligatorio. Otra diferencia más con respecto a Holanda, donde no está recogido por ley y, aún así, más del 90% lo lleva.
 
Fuente: El Comerio Digital